Quise escribir un cuento de navidad, pero no me visitó el fantasma de Charles Dickens.
La tinta rojo navidad, rojo manzana, rojo pasión, empezó a desleírse en mis dedos, así que lancé el líquido al vacío y el frasco reventó como una fruta madura, y salpicó en las páginas de otro libro.
En otro beso, original, primero, de las bocas desobedientes que nos expulsaron.
En otra exiliada y sagrada familia:
Eva, Adán
—en ese orden—
Eva, Adán y la serpiente.
Digo serpiente con el mismo siseo con la que transito el deseo.
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