top of page

Otra

  • Foto del escritor: Clara Sánchez
    Clara Sánchez
  • 1 ago 2018
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 11 may 2019


ree
Ilustración de La Suerte

Ayer encontré, en un trocito de papel pálido, la primera prueba documentada de mi existencia. Algo así como un aburridísimo pie de foto de la primera captura que me hicieron —sin saberlo yo—, cuando habitaba dentro de ella. Cuando existía sin existir. Cuando no existía, y a la vez sí.


Ella aún no me conocía. No sabía nada de ese ser que de un momento a otro, y sin pedir permiso, se había apropiado de buena parte de su cuerpo. Lo único que el informe le revelaba era que tenía dentro de sí ‹‹un feto único con características morfológicas dentro de la normalidad, y líquido amniótico en cantidad adecuada››. Al parecer bastaba saber eso —que era “normal” y “adecuada”— para suponer que estaba bien. Para que se quedara tranquila. Pero cómo iba ella a quedarse tranquila, si tenía un extraño instalado en el vientre. No sabía lo que le esperaba. Ni siquiera presentía cuán diferente a ella podía ser ese ser que se alimentaba de ella. De sus emociones, de sus pensamientos. De su voz, de su sangre.


Eso de crear dentro de ti, a alguien diferente a ti, siempre me resultó incomprensible, misterioso. Hasta sospechoso. Porque es curioso, que alguien que salió de ti, que estuvo de tu lado por nueve meses, una vez afuera, te lleve la contraria. Ese acto de ver a su propia creación rebelarse ante ella, le debió —y le debe, todavía— desconcertar. Así como a mí me sorprenden mis textos, cuando a menudo se vuelven en mi contra.


Ambas somos como un libro con varias páginas en común: una vez, las dos fuimos una. Me pregunto cómo me imaginaba en esos días. Me pregunto qué esperaba de mí antes de conocerme. Y después, al verme ahí, fuera de ella, tan parecida y al mismo tiempo tan distinta, creo que más de una vez debe haberse preguntado: ¿cómo es posible que si alguna vez juntas fuimos la misma, ahora, cada quién en su cuerpo, seamos tan distintas? Yo también me lo pregunto. Y por eso, intentando una respuesta, siento la necesidad de escribirle/escribirnos esto.

Mamá, no te culpes. No te culpes por lo que soy, ni por lo que no. Ni por lo que alguna vez quise ser y no pude. Ni por eso que nunca imaginé ser y terminé siendo. Por lo que digo. Por lo que siento.


Mamá que no te agobien las penas del ayer. No te juzgues por eso que ya pasó. Que ya pasamos. Mamá, nunca pienses que no fuiste suficiente. Que no lo hiciste bien. Ni se te ocurra arrepentirte. Tú has hecho lo que has creído mejor. Has hecho lo que has sentido, y por eso todo está bien. Lo peor que podemos hacer es culparnos por lo que sentimos, o dejamos de sentir.


Yo me visto con tu piel, y te entiendo. Entiendo, que hay veces en las que no puedes ni con tu propia vida. Peor con la de alguien más. Mamá, no te asustes si te digo que no quiero ser mamá. No es por ti. No es porque lo has hecho mal.


No te culpes si me equivoco, si fallo, si lloro. Si me caigo y me lastimo, si me aviento al mundo y acabo en pedazos, si me lanzo y me estampo contra el suelo. Contra la realidad. No es tu culpa. Es la vida, no tu culpa. No te preocupes demasiado si la vida me hace daño. Incluso si me lo hago yo. Es la vida y no la puedes controlar. No te agobies por eso que no puedes dominar. Mamá, no intentes gobernar algo que tiene vida propia. No funcionará.


No te pienses culpable de mi ansiedad, de mi hastío, de ese vacío que siento a veces. Tú lo has llenado siempre que has podido. Pero siempre-siempre no se puede. No se puede ser buena siempre. No podrás, aunque quieras, salvarme siempre.


Mamá, no te preocupes por lo que va a pasar. Por lo que será de mí. No te angusties si me ves débil, vulnerable, temerosa. Mamá, no te asustes si me asusto. El miedo es esa bestia que estoy aprendiendo a domesticar. Te prometo que encontraré mi forma de moverme en el mundo. De sumergirme y abrirme un huequito en él.


Mamá, no esperes que esté siempre cerca. Deja que me aleje. Volveré a ti, y aun cuando esté lejos, de alguna forma estaré aquí. Junto a ti. Pero no dentro. Más doloroso que una cicatriz, es el cordón umbilical que no se rompe nunca, que se queda colgando siempre, tenso, sangrante, doliente.


Mamá, no te asustes, no te enojes, no te asombres si no siento igual que tú. Si no pienso como tú. Si me muevo diferente. Es verdad que una vez fuimos una. Yo fui una vez dentro de ti. Pero mamá, no esperes que yo sea tú. Nos parecemos, sí. Llevo tu esencia campesina, calma y silvestre, con orgullo dentro de mí. Pero soy otra.


Has creado dentro de ti, a alguien diferente a ti. Suena loco, pero sí. Imperfecta, como tú. Incansable como tú. Obstinada, como tú. Así que no esperes apaciguarme. Llevarte la contraria es mi forma de quererte. Llevarte la contraria ha sido siempre mi forma de recordarte que existo, dentro y fuera de ti. Que soy como tú, y a la vez, también otra. De demostrarte que mi cuerpo aún recuerda que una vez existió dentro del tuyo. Que te invadió. Que te absorbió. Que se abrió paso para conocer la luz con ojos propios. Atravesando tu cuerpo. Forzándolo a abrirse. Llevándote la contraria.


Aquí estoy, junto a ti, pero no dentro. Vengo de ti, pero soy otra.


Vive mamá, solo vive.

 
 
 

Entradas recientes

Ver todo
colección

#microbandalismo 44 colecciono frasquitos de medicamento. alguien a quien amo tiene un dolor. se nos desbordó el río, y mientras ella...

 
 
 
exilio

#microbandalismo 43 cuando haya resuelto el laberinto fingiré que no desandaré la ruta acariciando las paredes besando puertas cerradas...

 
 
 

1 comentario


Teresa Sanchez
Teresa Sanchez
09 ago 2018

Que bonito homenaje de tía a sobrina. Escribes lindo Claris

Me gusta
bottom of page