Llevo muchos días sin tener contacto visual con nadie. Dicen que enloquezco. Hoy, la tetera me miró a los ojos a la hora de la merienda. Me paré junto a la cocina mientras calentaba agua para el café. Y entonces vi mi reflejo en su piel plateada y reluciente. Conversamos más de media hora. La gente dice que estoy loca porque hablo hasta con mi gato, le cuento. Ellos no saben, me dice: no hay sonido más enloquecedor que el silencio. La soledad te hace escuchar voces, imaginar más amigos de los que necesitas. Reímos, como si las locas fuésemos nosotras. Hierve el agua por fin. Ella escupe vapor. Burbujea. Chilla. Yo también. Tranqui, yo sé a qué saben tus lágrimas. Apago la hornilla y en el silencio, ambas volvemos a ser las de antes.
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