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invierno

  • Foto del escritor: Clara Sánchez
    Clara Sánchez
  • 14 jul 2019
  • 2 Min. de lectura

ayer vi tus pasos

perdiéndose en el asfalto

mojado de este invierno

huyendo por la vereda

alejándose de prisa

sin saber muy bien de qué

sin saber muy bien por qué


alcancé a verte justo antes

de que doblarás la esquina

de siempre para camuflarte

hasta desaparecer

en el callejón sin salida

que tantas veces

te ha salvado la vida


nunca entendí por qué

necesitaste huir

tú en cambio no entendías

porque tenías que quedarte

en esta cárcel de ojos

que se tuercen

y dedos que sentencian


no sabía que para ti era

el lugar para resistir

para tocar fondo

y, aun así

sobrevivir

me voy para existir, dijiste

y esa vez comprendí


qué difícil es quedarse

cuando te empuja

el rechazo

pero también comprendí:

el secreto que no

se puede callar

debe ser contado


estabas cansado de

andar en un solo pie

cruzando de una

celda a otra

sin razón

en una rayuela sin fin

sin corazón


como cuando en la infancia

jugabas a esconderte

sin nadie que te buscara

sin que nadie quisiera

encontrarte

sin saber bien qué era eso

que era necesario esconder


quieren que te retractes

que dudes pero

no les creas

tú sabes bien lo que eres

lo has sabido siempre

sabes exactamente

donde pintarte las pecas


lo que no sabes es cómo

decirlo sin que se enfaden

sin que te escupan el rostro

sin que les ganen las ganas

de pisotearte como bicho

enjaularte como monstruo

medicarte como enfermo


conmigo no te justifiques

recuerdo bien

cuando me dijiste

la lucha más bonita

debe ser rendirse

sin tener

que explicar nada


no quieren

toparse con tu mirada

desde sus sucios anteojos

quieren el mundo

como ellos dicen

con su amor unidireccional

levantando una muralla


no quieren ver

que naciste libre

que todos nacemos

para eso

no saben que tus alas

flotando en otra dirección

están también volando


habría que preguntarse

quienes son los perversos

entonces

para reducir tu amor

deformarlo, estrujarlo

como una bola de papel

y hundirlo en el tacho


como si ellos

fueran los únicos

que tienen derecho

a querer

como si fueran

los únicos

que saben cómo hacerlo


no saben

qué van a saber

de tus afectos

los aberrantes son ellos

que te miran desde arriba

con las narices frías

clavadas en sus versículos


sin poder ver más allá

sin levantar la mirada

sin atreverse

a mirarte a los ojos:

saben que si lo hacen

no podrían condenarte

no podrían…


si en tus ojos solo hay

el amor del que estás hecho

ese que quieres mostrar

que te inunda a borbotones

inocente en cautiverio

ese que ellos no entienden

no quieren entender


en esos ojos que yo vi

hay también miedo

hay también penas

pero no hay nada

que no pueda ser abrazado

porque no hay nada

que no se lo merezca


prefieren quedarse ahí

señalándote con el dedo

embadurnado

de sus leyes asquerosas

sus predicciones insulsas

qué poca imaginación

tienen para querer


prefieren ponerse a salvo

huir de ti

como de una peste

como si fueras temible,

contagioso

ojalá lo fuera

el amor


tienes sed pero

los buenos samaritanos

están ocupados

lanzando piedras

al prójimo

limpiando sus cristales

con trapos inmundos


te dan la espalda

con el agua en las manos

les cuesta tanto tragárselo

que prefieren

tirarlo al suelo

y fingir

que no te han visto


pero por qué exageramos

si no es para tanto

si ellos soportan que existas

pero en silencio

pero en las sombras

en eterna cuarentena

y bien lejos de sus casas


yo me arrodillo

y solo pido

que nos libren de nacer

en nidos que odian

entre parientes que apuñalan

porque el infierno sí existe

y es ese


el invierno está aquí

aun en pleno verano:

no hace falta morir, no

para irse al infierno

para vivir un infierno

basta con nacer

en este mundo.


 
 
 

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