Llegué a la esquina y esperé. No crucé porque no he hecho en años otra cosa que darle la vuelta a la manzana. Ya no me acordaba de cómo suenan mis pasos, cuando camino despacito, con el sol en la joroba. La última vez que la vi, dijo que me esperaría al otro lado de la calle. Con el miedo que me dan los semáforos: no sabes el miedo que dan los colores cuando se vive en blanco y negro.
Bajé de la vereda al mundo y sentí en los ojos un resplandor que en la vida nunca vi.
Ahora cruza tú, la abuela y yo te esperamos, al otro lado.
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