Caminábamos por una calle oscura y era de noche. Ella encendió una luz y dijo, síganme. Nos deslizamos por el tobogán que empezaba en la puerta de su casa. En el sótano rebobinó unas cintas viejas: se oyeron canciones con las voces de los que ama. Luego reveló los negativos de sus caras y nos mostró papelitos deshojados como pétalos de amor. Nos sentamos en el sillón sin plumas a jugar con ellas. Y callados escuchamos como suenan las flores cuando se abren y los corazones cuando se rompen. Y todo era cómodo, incluso el silencio. El barrullo de las primeras veces. Alguien tocaba la guitarra desde uno de los cuartos donde no había nadie. Ella sacó un paquete de cartas con su nombre y las leyó en voz alta, como una niña que lee cuentos antes de dormir. Palabras de antes que todavía eran de ahora. Nos miramos los ojos brillantes como hacen los gatos en la oscuridad. Esta es mi historia, dijo. Gracias por venir, los acompaño hasta la puerta. Pero nosotros ya no queríamos salir.
Comments